Casa Museo Santa Maria de La Antigua del Darien, Vereda Santuario, Choco Colombia
SANTA MARIA LA ANTIGUA DEL DARIEN
Hay una selva en Colombia que parece tragárselo todo: los caminos, las voces y hasta las ciudades. A esa selva la llaman Darién, y durante siglos se dijo que, en algún lugar bajo sus árboles gigantes y su barro espeso, quedó enterrada la primera ciudad que España levantó en tierra firme de América: Santa María de la Antigua del Darién, fundada en 1510 y borrada catorce años después por el fuego y la traición.
Esta historia empieza con ese misterio, pero también con un encuentro improbable. El arqueologo Alberto Sarcina nació en Italia, lejos del trópico; Vicente de Aguas Lito el guaquero nació en el Chocó, con la selva como paisaje diario. No se conocían, pero compartían algo que parece un guiño del destino: la misma fecha de nacimiento, el mismo año, y una misma obsesión por encontrar la ciudad perdida de la que hablaban los libros y, sobre todo, las historias de la gente del Darién.

Alberto Sarcina, Arqueólogo lider de la excavación de Santa Maria.

Manuel Vicente de Aguas Crespo, Lito afilando su pala.
Comunidades embera, guna, afro y campesinas, que llevan generaciones escuchando relatos sobre una ciudad que se quemó y cuyos restos se mezclaron con la tierra donde hoy siembran, cazan y crían a sus hijos. Junto a ellas, la excavación deja de ser un trabajo silencioso de expertos y se convierte en algo mucho más grande: un proceso en el que la gente del lugar aprende arqueología, baja al barro, sostiene en sus manos los fragmentos encontrados y decide cómo quiere contar esta historia al mundo.

Mujeres Emberá preparandose tejiendo Molas.

Encuentro de saberes y comidas tradicionales de las comunidades del Darien.

Niños Emberá antes de hacer una danza tradicional.

Miembros de las diferentes comunidades indígenas trabajando en la excavación.
La pista de esta ciudad se enfrió durante siglos. Para volver a encontrarla hubo que seguir migas muy pequeñas: cartas enviadas al rey de España y hoy guardadas en el Archivo de Indias de Sevilla, crónicas dispersas en libros de historia, mapas incompletos, notas de frailes intrigados por lo que escuchaban en sus misiones. En el siglo XX, esas sospechas se transformaron en expediciones: primero el trabajo de un frayle en misón en la region del Chocó, que por medio de historias ubicó una zona posible donde estaria Santa Maria de la Antigua, luego la misión financiada por el rey Leopoldo III de Bélgica en los años cincuenta, que confirmó que bajo la selva había más que leyenda, aunque la ciudad siguió sin revelarse del todo.

Mapa de Juan de la Cosa.

Río Darien, Unguía, Colombia.

Plano imaginario de Santa Maria de la Antigua del Darien.
Pero lo que ocurre en Santa María hoy ya no se parece a una expedición clásica de exploradores que llegan, excavan y se van. En el Parque Arqueológico e Histórico, la búsqueda se transformó en arqueología comunitaria: la gente del territorio se forma como excavadora, como registradora, como guía; aprende a leer las capas de tierra, compara lo que aparece con los relatos de sus mayores y con las leyendas que se han contado en lengua propia durante generaciones. Muchas decisiones —qué se busca, cómo se excava, qué objetos se muestran y cómo se cuenta su historia— se toman en conjunto, en reuniones donde se sientan a la misma mesa arqueólogos y vecinos.

Luz Maria Cuesta, médica tradicional que ha dedicado su vida al estudio y uso de las plantas.

Albaro Jumi , médico Jaibaná del resguardo de Citará.
En las mingas, las palas pasan de mano en mano y las brochas avanzan despacio sobre el barro. Cada fragmento de cerámica, cada clavo, cada resto de estructura entra en conversación con cartas antiguas, mapas coloniales y testimonios indígenas traducidos y discutidos con cuidado, como si todas esas voces, separadas por siglos, por fin se escucharan al mismo tiempo. Lo que se reconstruye no es solo el plano de una ciudad colonial; es una memoria que alguna vez ardió con Santa María y que hoy, gracias a quienes viven en el Darién, vuelve a encenderse como una historia propia, llena de aventura, misterio y preguntas abiertas.

Pablo Martinez, pescador Ciénaga de Marriaga.

Johana Rubiano, artista Emberá.

Mujeres excavando un camino de piedra.

Caramelo acompañando la excavación.
La ciudad sigue sin mostrarse por completo, pero ya no es solo un fantasma en los libros. Cada temporada de excavación suma un tramo de calle, un patio, una huella mínima que ayuda a dibujar su plano, y quienes trabajan allí sienten que Santa María está cada vez menos perdida. En el Darién, la selva todavía guarda sus secretos, pero la búsqueda ya está en marcha y, por primera vez en quinientos años, parece una historia abierta: una ciudad que se deja encontrar poco a poco y una aventura que apenas comienza.


