UNA MIRADA HACIA ARRIBA: Nueva York tiene esa capacidad de hacerte mirar al cielo. Su skyline, tan imponente como hipnótico, obliga al recién llegado a levantar la cabeza y perderse entre reflejos y geometrías imposibles.

Cuando la visité, era verano. El sol se deslizaba entre los edificios y el cielo despejado convertía las fachadas de vidrio en espejos líquidos. Caminando por sus calles, descubrí un diálogo entre lo tangible y lo abstracto: estructuras que parecían desvanecerse en luz, simetrías que revelaban una belleza casi accidental.

De esa experiencia nació esta serie fotográfica: una contemplación del reflejo, la verticalidad y la sensación de estar en una ciudad que se reinventa en cada mirada.

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